Mónica Drouilly. Retrovisor

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Epistemología e incertidumbre

Pese a lo que muchos creen, o podrían suponer, el cuento en Chile goza de buena salud. Las nuevas generaciones no lo han dejado de lado. Mónica Drouilly, es una de ellas con su ópera prima: Retrovisor. Un trabajo inteligente y bien constituido.
¿En qué nos hemos convertido, para bien o para mal? Mónica nos da algunas pistas en sus relatos. No es enfática. Ella sugiere, deja puertas y ventanas abiertas por dónde puede introducirse un ladrón o un simple chismoso. El conocimiento entregado es siempre bajo la incertidumbre. Las certezas no existen. La realidad o verdad están siempre bajo matices. Nada es blanco o negro. El rigor no alcanza. Cómo adquirimos el conocimiento en los relatos de Mónica forma parte de una estética singular, que la hace diferente a otros autores. Tal vez eso sea lo que atrae al lector. Mónica entrega un conocimiento que había pasado desapercibido para todos nosotros. Pero lo entrega con matices; sin caer, eso sí, en un “juego de palabras”.

… En 1993 no había tecnología digital ni internet como hoy. La súper carretera de la información era lenta, exasperante, pero también entretenida. Y estaba todo, o casi todo.
La Plaza del Mulato Gil de Castro era igual que en la actualidad: los sábados había oleadas de turistas recorriendo Lastarria y los comerciantes instalaban muy temprano sus antigüedades, libros de 1959 de Nascimento y discos de Pedrito y el lobo. Enrique Lafourcade tenía una librería en esa plaza y era bastante famoso por su talento literario, siempre unido a Palomita Blanca; pero también por aparecer en un programa llamado Cuánto vale el show, donde alguna vez, allá por la segunda mitad de los 80, recitó un texto Rodrigo Lira, disfrazado de Otelo y los jurados le otorgaron cierta cantidad de dinero, como a todos los participantes. Lira seguramente usó el escaso dinero (Yolanda Montecinos lo premió con dos mil pesos) de buena forma. Más tarde llegó la democracia y su oleada de acciones “libertarias” y la crisis moral impulsada por la Iglesia donde las fiestas Spandex eran las más transgresoras. Mónica Drouilly cumplió trece años en 1993 y estaba dándose cuenta de muchas cosas aunque no sabia que Mao significa gato en chino, y menos que Patricio Pron -a quien en algunos relatos se emparenta- tenía un gato llamado así.
Son algunos datos al estilo de lo que Mónica utiliza.
El primer libro de la autora de Retrovisor es una mirada atrás. Hay mucho detalle, como las infinitas partes del plano y la armazón de un proyecto de una ingeniera civil. Pero cada quien tiene sus métodos y nadie es quien para cuestionar los “proyectos” literarios de nadie.
¿Fragmentos del pasado de la autora? ¿Una quinta parte? ¿Absolutamente nada? Mónica es inteligente para armar un cuerpo. Algunas veces empieza por los miembros inferiores, por el final de la historia. Se ha perdido un perro. A quién le importa? Alguien coloca carteles con los datos, color, raza. Presente y pasado unidos por una emotividad contenida, con el freno de Mónica, quien crea un clima de dudas, de suspenso, de ausencia de información. El lector pasa a ser activo: Teoriza, intuye. Imagina.
Todo se inició en el 2013 con Cosmogonía, ganador ese año del Concurso de cuentos de Paula. Mónica es ingeniera civil y ha trabajado un tiempo en la banca, lo que sería de gran importancia para una cuentista que elabora planos de sus obras con nodos y organigramas. El resultado es excelente. Fina y métodica para crear ambientes dudosos, con el detalle visto a corta y larga distancia, los personajes muestran una parte de sus sentimientos. Hay una mirada a lo que ocurrió, vista desde el espejo retrovisor de un auto que avanza sin mayor prisa aparente. Imágenes van quedando atrás y Mónica las recoge y las limpias. Averigua acerca del Mundial del 94 en USA y es categórica en señalar que “Argentina hizo show show show y en octavos no pudo con Rumanía”. Recalca que “fue una pena el Mundial de Estados Unidos. Cuando empezó., nosotros ya estábamos en pruebas globales y mi madre daba vueltas por Rusia”, señala en un cuento a modo de datos.
Le faltó señalar que ese año Bruce Springteen puso en el lugar 54 del Billboard la canción Streets of Philadelphia y Franco Baresi la escuchó con audífonos la noche previa de enfrentarse a Romario. Pero de que fue un Mundial fome lo fue. Mónica tiene razón. El peluche de USA 94 era un perro llamado Striker. Los 75 millones de perros en USA estaban felices. Aunque fuera un peluche -narigón puntudo- reivindicaba la raza.
Artefactos: Un gato de peluche está en la cima de una montaña de animales de idéntica textura. Hay un conserje y una animita. Una muchacha ha muerto en un accidente. La nieta del conserje está muy enferma. Algunas veces se arma la historia. El lector pasa a ser protagonista. En otras, como Antónimos, se deja abierta. La puerta queda abierta. Y entonces uno puede aventurar que Miguel era gay e imaginar porqué tenía una cicatriz en la cara.
Me gusta que aparezcan cuentistas. Aire fresco. Autores que presentan textos diversos, más por los márgenes que por el centro. Mirando con los ojos bien abiertos, aunque sea por el retrovisor.
Nacidos sobre interrogantes sin respuestas, los cinco cuentos de Retrovisor de Mónica Drouilly se originan en preguntas: ¿Qué sucede con la dueña de una mascota luego de extraviarse? ¿Tiene una madre que cargar con la organización del cumpleaños de su hijo? ¿Se puede marchar una madre a Moscú teniendo hijas adolescentes? ¿Qué historia hay detrás de un peluche recogido por un conserje? Las respuestas conducen el hilo de las historias y sin embargo no hay juicios de valor. El lector debe juzgar, si es que lo desea.
Mónica Drouilly tiene una apuesta estética, la escritura; y una apuesta ética: el universo de lo invisible, de los sentimientos de la madre, de la hija y de dos seres que tratan de entenderse, o de redimirse. Es sabido que el lenguaje y la literatura no es neutra. Pero pareciera que Monica sí lo deseara. Sus personajes parecen llegar a un límite y no pasar cierta barrera.
Aparece lo subterráneo y lo microscópico como relato, pero también la infancia y la figura materna, en Cosmogonía y Torta de mil hojas. Hay indicios de una mirada sobre el rol de los adultos y de los niños.
Chile, aparece como un país postdictadura. Un Chile de los 90 donde nacen los jaguares de América Latina. Los relatos parecen estar inserto es en un mundo globalizado que podría ser cualquier país en vías de desarrollo, o con una imagen falsa de desarrollo. Una lamina, un barniz que por debajo oculta fragilidad y carencias, desigualdades; no económicas sino de afectos. Una sociedad que produce cambios, que se transforma luego del experimento neoliberal. Nace la desconfianza, los lugares peligrosos, donde hay que tener cuidado con las manadas, de animales y de personas. Lo colectivo, en un mundo donde reina el individualismo, es sospechoso.
Es así como en los cuentos de Retrovisor no hay víctimas ni héroes.
Mónica ha resucitado una mariposa. La literatura es una mariposa con alas sumamente flexibles. Los libros son sus alas. Nada les puede hacer daño. La luz finalmente ha rebotado en los rostros.

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