Cautiverio de Camila Mardones

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Por Persus Nibaes
cautiverio
El libro, “Cautiverio” de Camila Mardones transita en lo que Marc Augé ha llamado la sobre-modernidad, esa ciudad apestada del panóptico del Estado neoliberal, que mantiene a los sujetos de las ciudades en una perpetua incertidumbre, controlados y supervigilados por un sistema de tele vigilancia y observación digital global. En Cautiverio, el poema de amor se vuelve una imagen grotesca como un gato muerto. El Cautiverio no es en una jaula como débilmente podría pensar cualquier poeta de la generación anterior a Camila Mardones. El Cautiverio es en las grandes ciudades-cárceles, donde la libertad negativa se hace patente en palabras de Isaiah Berlín, el irracionalista que acusó a los ilustrados y su engendro el Estado Moderno, como una falacia fundada en el supuesto Estado de derecho, cuando en realidad está fundada en la categoría que Berlín llamó la libertad negativa. Esa pseudo libertad que supuestamente gozan los pseudo chilenos que ayer alegaban contra Bolivia y contra el tribunal de la Haya, pero luego fueron a cenar a los Mac donals y aplauden los chistes del imbécil de Kike Morandé.
En Cautiverio es reclamada la libertad positiva arrebatada por la modernidad. Es un canto consiente de los problemas que trae la modernidad/colonialidad. Quiero pensar que Camila Mardones sabe que el meterse la biblia en el ombligo es como metérsela en la raja en los códigos de Eli Neira o de Hija de Perra. Es condenar la religión y el vaso de agua y los elementos representativos de aquella sórdida religión de Karadima, bajo las enseñanzas de Ludwig Feuerbach, el padre del ateísmo antropológico, las cuales nunca están demás recordar; dios es una invención del hombre, el cual ha dotado a su invención de poder sobre él mismo, es decir, el dios inventado ahora ha tomado poder sobre el cuerpo y el alma del mismo hombre que lo creó, en resumen este hombre al ser creyente de un dios imaginario que lo controla, es un enajenado, un alienado como después diría Marx. La religión es una enajenación y ningún fanatismo religioso es gratis.
Esta sobre-modernidad hace que los pájaros canten sangre, en este Cautiverio no feliz, los búhos y las palomas se mueren enredados con sus propias raíces, ahogados en sus propias súplicas de hambre. Luego de muertos, el búho se convierte en paloma y la paloma en búho. En Cautiverio habitamos un universo en el que ya no sabemos quién es quién. En los no-lugares Marc Augé dice que solo somos un número, quizás no somos nadie y somos todos a la vez. El problema de la identidad da para todo y los pájaros de Cautiverio lo saben muy bien.
Los pájaros que están en este Cautiverio no-feliz son tan precarios que le dan lástima al mismísimo hablante lírico y sabemos que en todos los textos el que siente no es el que vive y el que vive no es el que habla y el que habla no es el que escribe.
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A Camila Mardones se le ve feliz en Facebook comiendo con su pololo en diversos restaurantes, pero en su Cautiverio no-feliz se le escucha muy amargada, enojada quizás con la muerte de la naturaleza. Es una niña joven, apenas terminó la universidad, pero su alma de poeta es anciana, vieja como los sabios que sufren el dolor epistémico de haber perdido el hogar natural, de haber nacido, crecido o mal crecido mejor y muerto en cautiverio, libres en las ciudades llenas de pacos y de cámaras, trabajando por cualquier chaucha en los moles del centro. Esa pesadumbre quizás es porque Camila es profesora de Historia, y todos los que hemos leído más de mil páginas de Historia y hemos hecho clases de Historia, sabemos que más allá de que la Historia con mayúscula es solo literatura, pucha que es triste y pucha que es injusta. Nadie puede evitar sucumbir al paso de los años, los siglos, los milenios por el alma, estudiando Historia con mayúscula.
En su Cautiverio, Camila suplica amor a su amado en un escenario post apocalíptico. La bomba ya ha estallado. Aquella bomba que temían Los Prisioneros. Sospecho que Camila sabe que la historia ha terminado, por eso su tristeza sin fin, su escenario es post 500 guerra mundial.
Le pide a su amor que la acompañe porque tiene los ojos llenos de larvas, que la acompañe a caminar entre plástico y basura. El Cautiverio es un mundo oscuro como Puerto Montt, la ciudad oscura de donde ella ha vivido y casualmente yo también. Aquella ciudad es oscura porque fue construida para albergar a los colonos alemanes que usurparon las tierras de los mapuche del sur, amparados en la impunidad del Estado chileno. Violentaron la memoria al quitar el nombre Melipulli y ponerle ese fascista nombre de Puerto Montt en honor a Manuel Montt, el presidente que maquinó la usurpación a los ancestros, el que me quitó la religión mapuche que exijo se enseñe en los colegios de Chile. Esa ciudad siempre va a ser oscura aunque le hagan 50 moles. Quizás por eso, conjeturo que el Cautiverio de Camila es tan oscuro, en él flamean las banderas negras.
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Me parece que los versos de este Cautiverio no-feliz, escapan al género, a veces me parecen que al leerlos estuviera viendo la película Mad Max, siempre me da esa sensación post apocalíptica. Para los poetas que no creemos en el dios cristiano, la realidad siempre es post apocalíptica, porque nosotros no esperamos el apocalipsis ni la venida del señor. Nosotros sabemos que el apocalipsis ya ocurrió y está ocurriendo en perpetuidad. Sabemos que los mapuche, señoras y señores no pueden ser cristianos, pero bueno, algo hay que hacer, no nos quedemos de brazos cruzados, solo porque nos digan que son más del 95% de los mapuche cristianos, no webiemos sanos. En este Cautiverio las madres abandonan a sus hijos, todos somos hijos guaxos.
Pareciera que Camila, camina de la mano de su amado entre un paisaje lleno de cadáveres. Su amor juvenil parece tenerla dentro de una burbuja entre las ruinas de una gran guerra. Todo está destruido, pero ojo, la desolación del Cautiverio no-feliz, el caminar entre ruinas, no es el culpable de la destrucción del ser humano, las ruinas y los escombros de la gran guerra en la oscura ciudad son los horarios, los relojes despertadores, la definitiva alienación de la modernidad de tener que andar horas en micro para llegar a tu trabajo y horas en micro para volver a tu casa, siempre viendo un paisaje desolado, las esquirlas de la guerra son los bocinazos de los autos, los edificios derrumbados son cañones humeantes de las estufas a leña. Los heridos de guerra son los alcohólicos, los niños que en la costanera de Muerto Montt aspiran neopren. Lo peor de este paisaje es que a todos les gusta, nadie se había dado cuenta como ella, que tanto les gustaban las rejas. Muerto Montt es como un Auschwitz, pero uno en el que todos aman estar, nadie quiere irse del Cautiverio no-feliz. A pesar de los escombros, los amantes en el cautiverio se aman con delirio, es la historia de todas las historias, en el fondo todas las historias son de amor. Quisiera pensar que el amor de esta historia es más que un simulacro. Al final pareciera ser que en su Cautiverio este amor es lo único que queda tras las civilización devastada, lo cierto es que todos sabemos que nada va a quedar al final, cuando se agrande el Sol y se ponga obeso y rojo, el único dios capaz de dar la vida y quitarla, todo apocalipsis será pasado, nada ni el amor ni la poesía ni la historia va a perdurar. Le agradezco a Camila pedirme presentar su libro en Osorno, sin siquiera conocerme, y la felicito, no por ser tan arriesgada en hacer eso que me sorprendió, sino por escribir un libro en Muerto Montt y transportarme a su oscuridad postmoderna apocalíptica, de lo poco que he leído en esa clave romántica-Mad Max, aunque reconozco que no soy autoridad pues no he leído mucho tampoco y siempre dejo a todas las señoras teñidas esperando más de mi persona, este Cautiverio no-feliz tiene la impronta de los poetas de Balmaceda y no sé porque me acordé del poeta No Vásquez . Y bueno eso no es malo, antes que Allende, Balmaceda fue nuestro último héroe político.

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