Desaparecer y morir en México

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 Por La Rabia de Axolotl 

A más de dos meses del crimen de estado en Ayotzinapa

Ciudad de México, diciembre de 2014

I

Con al menos veinte mil desaparecidos y más de cien mil homicidios México se encuentra en una cruenta guerra civil. La población está maniatada en medio de las matanzas, las desapariciones, las ejecuciones extrajudiciales y la represión social; todas ellas técnicas del narco-estado mexicano corrompido hasta la médula en los tres niveles de gobierno.
Los miles de desaparecidos en los dos años que van del sexenio de Peña Nieto, electo tras unas votaciones manipuladas por Televisa y los grandes poderes fácticos del país, no habían permeado la sociedad mexicana y ni había logrado despertar el hartazgo y la rabia de los mexicanos como lo ha hecho la detención y desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero.
La noche del 26 de septiembre en la ciudad de Iguala la policía municipal y el narcotráfico disparó contra dos autobuses en los que viajaban los normalistas, supuestamente por orden del alcalde de Iguala y su esposa. El saldo fue de seis personas muertas, entre ellos tres normalistas, 25 heridos y 43 detenidos que al llegar a la delegación policial fueron entregados a un grupo del narcotráfico para que ellos, supuestamente, los asesinaran.
Ahora se sabe que elementos de la policía municipal de Iguala en complicidad con miembros de la organización criminal Guerreros Unidos realizaron la matanza de seis personas, la desaparición y el posible asesinato y quema de cadáveres de los estudiantes detenidos, esto según los testimonios recabados por la Procuraduría General de Justicia (PGR) a alrededor de 80 detenidos por el suceso.
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II

La Escuela Normal de Ayotzinapa se fundó en 1926 para materializar la necesidad del país de alfabetizar a las grandes comunidades campesinas del sur de México. Junto con otras 16 escuelas normales rurales del país, Ayotzinapa es “una institución formadora de hombres libres, íntegros, de profesionistas que sean dignos representantes de la carrera magisterial” y cuya misión es “dar educación a los hijos de campesinos y defender los derechos del pueblo”, como señala la escuela en sus principios.
Las normales del país mantienen una ideología marxista y los planes educativos contienen materias que capacitan a los jóvenes en actividades agropecuarias, productivas, culturales, deportivas y políticas, siempre en un sentido humano y abierto a nuevas tendencias teóricas y metodológicas existentes.
La escuela de Ayotzinapa, Guerrero tiene una historia de lucha y crítica al estado incansable, tanto que aún se trata de denostar a la escuela como un “semillero de guerrilleros”, dado que dos de los guerrilleros más importantes de los años setentas salieron de sus aulas, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. Además los estudiantes de todas las normales rurales se encuentran reunidos en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), la organización estudiantil más antigua del país. Federación que participa en las últimas décadas en las causas justas y disidentes de todo el país, además de exigir en las calles año tras año un presupuesto digno para cubrir la matrícula escolar de sus escuelas. Presupuesto año tras año más paupérrimo, pero necesario para cubrir el comedor, el internado y las actividades y prácticas profesionales de los alumnos.
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El estado de Guerrero se caracteriza por las pocas opciones para estudiar y trabajar. La pobreza alimentaria en el estado es una de las más grandes del país, pese a ello existen zonas turísticas de lujo a unos kilómetros en el famoso puerto de Acapulco. Por ello la mayoría de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa son hijos de campesinos e indígenas que buscan la igualdad y la justicia para sus pueblos que no tiene acceso ni a servicios básicos. Los egresados de la escuela comúnmente van a dar clases por bajos salarios a la Montaña Alta, una de las zonas más pobres y rezagadas del país. Es sabido que los estudiantes de la Normal Rural hablan lenguas indígenas como náhuatl, amuzgo, tlapaneco y zapoteco.

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III

La desaparición de 43 estudiantes normalistas no es un hecho aislado en un país donde las victimas “civiles” de la guerra nacional contra el narco son constantes. Basta mencionar los más de doscientos asesinatos de migrantes, centroamericanos en su mayoría, realizada por el grupo denominado Los Zetas en Tamaulipas en los años 2010 y 2011.
El crimen contra los estudiantes de Ayotzinapa se agrega a la larga lista de matanzas y desapariciones nunca esclarecidas en todo el territorio nacional. Tlatelolco, Jueves de Corpus, Aguas Blancas, Acteal, El Charco, San Fernando: retumban en la memoria mexicana como los nombres de la injusticia. De esta manera México se convirtió en un país lleno de fosas, donde protestar es delito, donde ser estudiante, pobre, periodista, indígena o luchador social es un delito. O la cárcel o la fosa, se suele decir.
Estos crímenes muestran la ineficaz y corrompida lucha del gobierno federal por controlar a los grupos del narcotráfico, guerra que ha militarizado todo el país y ha permitido la intervención militar de Estados Unidos reiteradas veces. Es conocida que la participación de EUA está relacionada de cerca con el gran negocio de la venta de armas en México y la importación de drogas para el gran mercado de consumo que significa Norteamérica.
La militarización nacional, desde el sexenio del expresidente Felipe Calderón, ha sido acusada fehacientemente de represión social, violaciones a los derechos humanos, asesinatos injustificados y extrajudiciales. Esto último demostrado en el asesinato de 22 personas, jóvenes también, el pasado 30 de junio en el poblado de Tlatlaya, Estado de México. Estado del país que mantiene los primeros lugares en feminicidios y muertes violentas y que gobernó el ahora presidente de la república.
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IV

La desaparición de estudiantes en México ha despertado una demanda internacional al gobierno mexicano, especialmente en América Latina donde este crimen recuerda a las dictaduras argentina, chilena o brasileña. Basta recordar el cruento pasaje de la historia argentina conocido como La noche de los lápices.
Los compañeros de los normalistas desaparecidos y asesinados, así como los padres de familia, han vivido dos meses de dolor y horror en lo que se ha hecho patente la incompetencia y negligencia del gobierno federal para encontrar a los jóvenes. El gobierno está más preocupado en controlar la crisis que se acentúa diariamente que en buscar una real justicia y reparación del hecho.
Este crimen de estado involucra todos los niveles de gobierno y todos los partidos políticos. Pese a que el alcalde de Iguala haya sido capturado y el gobernador de Guerrero renunciara, la justicia no parece llegar para las víctimas de este y otros crímenes.
La lucha que se ha realizado en las calles de todo el país, al bloquear avenidas y carreteras y tomar dependencias públicas y legislaturas ha sido reprimida y criminalizada. Los grupos policíacos, especialmente la Policía Federal y la Policía de la Ciudad de México, han incurrido en violaciones a los derechos humanos y a los procesos judiciales. Estas fuerzas policiacas y para-policiacas realizan en las últimas semanas arrestos ilegales, espionaje e infiltración en manifestaciones, violación a la autonomía universitaria, golpizas de granaderos y encarcelamientos de estudiantes en cárceles de máxima seguridad.
La pelea de los padres de familia por encontrar con vida a sus hijos ha recorrido el país y ha encontrado eco en diez jornadas de manifestaciones y protestas. Don Emiliano, el padre de José Ángel Navarrete, habló de la reunión con Enrique Peña Nieto, reunión que sucedido después de 33 días de la detención y desaparición forzada de su hijo. Don Emiliano dijo con sinceridad que se siente decepcionado del presidente, de su reacción tardía que sucedió no porque él lo deseara sino como resultado de la presión ejercida por medios de comunicación independientes, organizaciones internacionales y la sociedad civil. Como ciudadano mexicano exigió al presidente justicia, no como un favor sino porque el ejercicio de la justicia en México parece una concesión para muy pocos. “Como presidente le falta mucho” dijo aludiendo a la pasividad con la que actúa el gobierno federal ante el vuelco en las calles de la sociedad civil.
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En los primeros días posteriores al crimen hubo una versión de los hechos que quiso relacionar a los normalistas con sus verdugos al decir que había sicarios dentro de los autobuses balaceados, justificando así la brutalidad del ataque. Ante estos dichos el padre de José Ángel respondió: “No tengo estudios, pero no soy tan tonto para creerme esa tontería, si dicen que los narcotraficantes tienen mejores armas que los policías, ningún policía hubiera quedado vivo”.
Otro testimonio es el de Nicolás Andrés Juan, maestro rural y padre de uno de los estudiantes sobrevivientes, él narró lo que vive su hijo en un hospital de Guerrero entre operaciones y curaciones. Dice que su hijo sufre mucho. Confiesa que ante tanto dolor le dan ganas de llorar, pero no llora, respira y dice claramente que es triste ver que a los estudiantes que buscan la superación y una realidad diferente a la pobreza sean reprimidos por el estado.
Ningún padre de los 43 desaparecidos y tres muertos, ha aparecido en algún medio de comunicación protagonizando un melodrama equiparable a la magnitud de su tragedia. Es decir, sí lloran pero no derraman lágrimas para pedir compasión o lástima. En donde quiera que están, cuando se les nublan los ojos y se les cierra la garganta, respiran, se clarean la voz y su tristeza les sale del corazón transformada en esperanza de que sus hijos aparezcan y que las autoridades no desvíen la mirada y hagan justicia. Como campesinos y gente humilde reconocen el dolor y su rabia ha encendido el país.
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V

Es evidente que lo acontecido en Iguala es un crimen de estado con tintes políticos que pretende callar a la juventud organizada y disidente del país.  Pese a ello la corrupción nacional tan intensa alcanza a diversos empresarios, televisoras, periódicos y organizaciones civiles que han mostrado desprecio a la lucha de los padres y la sociedad, y en el peor de los casos la han utilizado para sus propios beneficios.
El juicio televisivo a los supuestos culpables y el clásico pacto de impunidad entre partidos e instituciones han impedido que los verdaderos culpables ni renuncien y mucho menos lleguen a la cárcel.
Estos últimos días el Estado mexicano, sus instituciones y su poder mediático tienden una maniobra para suavizar y disminuir el descontento y la rabia social. El presidente llama a superar lo sucedido y a avanzar por el país con paz y diálogo. Las televisoras lamentan lo sucedido pero emprenden sus campañas prenavideñas de filantropía y evasión de impuestos donde el mismo gobierno participa. Pero pese a esto las protestas no disminuyen.

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Durante estas semanas “toda la fuerza del estado” que el presidente Peña anunció para la búsqueda de los jóvenes resultó insuficiente, por lo que organizaciones sociales de Guerrero y forenses independientes de Argentina debieron realizar nuevas búsquedas o remprender la limpieza en fosas donde la labor del gobierno fue negligente e incapaz.
El pasado 7 de diciembre la PGR confirmó que unos de los restos encontrados en un basurero de Cocula, Guerrero pertenecen a uno de los 43 desaparecidos el 26 de septiembre, el estudiante Alexander Mora Venancio de El Pericón municipio de Teconapa, Guerrero. Este resultado, realizado por la Universidad de Innsbruck en Austria, confirma la hipótesis del gobierno federal de que los 43 jóvenes fueron quemados en ese basurero, algunos aún con vida, para después arrojar sus restos al río.
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VI

Después de este crimen que ha trastocado la ya rota armonía del país y de diversas jornadas globales por Ayotzinapa, la sociedad mexicana se encuentra con la encrucijada de cómo enfocar la rabia y el descontento. Especialmente cuando paros, asambleas, marchas y pintas en la pared no han bastado para conseguir justicia y erradicar el crimen organizado que habita las instituciones mexicanas.
Un objetivo es claro para la mayoría de los ciudadanos que participan en el movimiento: la lucha debe seguir fuera de las instituciones y los partidos que constantemente han defraudado al pueblo, se debe desterrar a esos hombres indiferentes que se han aprovechado del poder para enriquecerse y reprimir.
Las convocatorias para acuerdos y reformas del gobiernos federal resultan insuficientes y risibles dada la crisis nacional que con nada podrán parar. Los padres continúan de pie con la digna rabia de su lucha, porque sus hijos son la semilla de la conciencia social y política de sus comunidades y de un país que comparte la rabia, el coraje y la indignación de vivir en un México secuestrado por la indiferencia de sus gobernantes, la impunidad, el crimen y el miedo.
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También y sobre todo, les damos las gracias por su heroico empeño, su sabia terquedad

de nombrar a los desaparecidos frente a los responsables de su desgracia, de demandar

justicia frente a la soberbia del poderoso, de enseñar rebeldía y resistencia frente al

conformismo y el cinismo.

Queremos darles las gracias por las enseñanzas que nos han dado y nos están dando.

Es terrible y maravilloso que familiares y estudiantes pobres y humildes que aspiran a

ser maestros, se hayan convertido en los mejores profesores que han visto los cielos de

este país en los últimos años.

Palabras de la Comandancia General del EZLN, en voz del Subcomandante Insurgente

Moisés, al terminar el acto con la caravana de familiares de desaparecidos y

estudiantes de Ayotzinapa, en el caracol de Oventik, el día 15 de noviembre del

2014.

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 Investigación y redacción y fotos de La Rabia del Axolotl

 

Los 42 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa aun desaparecidos son:

Abel García Hernández

Abelardo Vázquez Peniten

Adán Abrajan de la Cruz

Antonio Santana Maestro

Benjamín Ascencio Bautista

Bernardo Flores Alcaraz

Carlos Iván Ramírez Villarreal

Carlos Lorenzo Hernández Muñoz

César Manuel González Hernández

Christian Alfonso Rodríguez Telumbre

Christian Tomas Colon Garnica

Cutberto Ortiz Ramos

Dorian González Parral

Emiliano Alen Gaspar de la Cruz

Everardo Rodríguez Bello

Felipe Arnulfo Rosas

Giovanni Galindes Guerrero

Israel Caballero Sánchez

Israel Jacinto Lugardo

Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa

Jonás Trujillo González

Jorge Álvarez Nava

Jorge Aníbal Cruz Mendoza

Jorge Antonio Tizapa Legideño

Jorge Luis González Parral

José Ángel Campos Cantor

José Ángel Navarrete González

José Eduardo Bartolo Tlatempa

José Luís Luna Torres

Jhosivani Guerrero de la Cruz

Julio César López Patolzin

Leonel Castro Abarca

Luis Ángel Abarca Carrillo

Luis Ángel Francisco Arzola

Magdaleno Rubén Lauro Villegas

Marcial Pablo Baranda

Marco Antonio Gómez Molina

Martín Getsemany Sánchez García

Mauricio Ortega Valerio

Miguel Ángel Hernández Martínez

Miguel Ángel Mendoza Zacarías

Saúl Bruno García

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