Juan Pomponio recorre Argentina en bicicleta

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Juan Pomponio, poeta
Por Hugo Dimter P. Fotos de Juan Pomponio.
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Literatura en dos ruedas a través de la provincia. El mundo se ve distinto arriba de la bici. Giros poéticos y aire limpio.
Juan recorrió pueblos argentinos junto a su novela “Krishan, el hijo del sol”. Pueblos fantasmas, casi sacados de un libro de Osvaldo Soriano, con un verano que no termina jamás. Me cuenta que por largos 1200 kilómetros visitó pueblos como Ranelagh, San Antonio de Areco y Pergamino en la provincia de Buenos Aires; Alcorta y Firmat en Santa Fe; y Corral de Bustos, Laborde, Etruria, Hernando, San Agustín, Carlos Paz y Capilla del Monte en Córdoba.
El tiempo corre lento en el campo, con una brisa bondadosa, con pájaros en el bosque diminuto y cercano de la provincias. Por ahí circula feliz Juan. Que envidia.
El sol le brinda energía. Juan mira el paisaje y toma aire puro. “Ojalá esto no termine nunca”, piensa. Hileras de sauces saludan con entusiasmo moviendo las ramas. Un viaje poético. Eso es: un viaje poético.
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Pero bueno, consultemos de una vez por todas sobre Krishan, el hijo del sol.
– ¿”Krishan, el personaje de tu novela, es un ser místico? Juan ¿es una novela mística?
– Algunos la califican como una novela de espiritualidad épica. Krishan es un guerrero solar sin armas. Sólo tiene una vara de poder. Su fuerza se concentra en su consciencia. En ser justo. Y lucha contra otros mundos luego de ser adiestrado por maestros. Realiza traspasos dimensionales. Viene al mundo gris, ya que él viaja constantemente.
La novela tiene mensajes poderosos, y la gente que la ha leído dice que les ha hecho muy bien. Va por un camino espiritual donde la sabiduría se genera por uno mismo. Rompe paradigmas y entrega elementos para que los demás se descubran. Pero Krishan no quiere seguidores; hace su trabajo y se marcha buscando una comarca llamada Zeka. Pelea con seres oscuros. En definitiva es una novela que puede ser leída desde un adolescente hasta un anciano.
– Oye Juan. Pasando a otro tema, el del ciclismo y esta travesía poética que desarrollaste por algunas provincias. ¿Tú crees que el ciclista es uno de los viajeros perfectos?
– No creo que exista la perfección en ninguna clase de actividad que podamos realizar. Creo en la perfección de un crepúsculo, en la belleza de una nube, en el silencio de los campos. Puedo decirte que viajar en bicicleta es un acto espiritual y un camino donde tenemos que estar muy atentos a todo aquello que pueda ocurrirnos durante el trayecto. Uno es un viajero y el hecho de hacerlo en una bicicleta tiene muchas ventajas: se practica una actividad física, se puede disfrutar del paisaje, parar donde uno quiera, sentir la brisa en la cara, desligarse del tiempo. Es una forma de viajar muy diferente a las convencionales. Nos permite el contacto directo con los pueblos, sentir la presencia de la gente, respirar desde el alma, pedalear con la alegría de hacer lo que uno siente y ama realizar en ese momento. Hay que estar preparado para viajar en bicicleta, por las inclemencias del tiempo, el viento en contra, el frío, el calor, las subidas, y tantas cuestiones que pueden desanimar a una persona que no tenga su espíritu templado como verdadero guerrero del pedal.
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¿Qué tan cierta es la visión del ciclista como un medioambientalista de izquierda, lúcido  y consciente del daño a la naturaleza, que desea verse bien físicamente y ahorrar tiempo y dinero en sus desplazamientos? ¿Es eso, o es un poeta con toda la vida de poeta a cuestas?
– Solo me siento como un hombre que viaja en bicicleta. Las ideologías políticas así como las creencias religiosas y las nacionalidades han desaparecido de mi vida; entonces no me siento ubicado en ningún lugar específico. Solo hago aquello que viene de mi corazón. Andar en bicicleta es muy bueno para la salud de uno y para la de los demás porque el hecho de no contaminar, es un beneficio para todos. También se produce un ahorro monetario, uno es su propio medio de transporte y no depende de nadie para viajar. Nuestras rutas no están preparadas para los ciclistas, no hay conciencia de aquellos que vamos a pedal por los caminos, no hay una política de incentivar el uso de las bicicletas, no tienen en cuenta al ciclista cuando construyen las rutas porque de lo contrario las harían con banquinas para que pudiésemos transitar con mayor tranquilidad y no hacerlo tan expuestos. Uno es un poeta en todos los aspectos de la vida, no sólo con la bicicleta, sino hacer poesía del acto mismo de ser. Tampoco puedo limitarme y decir “soy poeta”. Soy muchas cosas al mismo tiempo, pero básicamente soy un ser humano con muchas inquietudes y visiones sobre una forma de vida que no sea dirigida por aquellos que idearon un sistema social perverso para someternos.
– ¿Es la bicicleta el gran invento del siglo XX ?
– La bicicleta es uno de los grandes inventos. Se le atribuye su creación al barón alemán llamado Kart von Drais allá por el año 1817. Es un medio de transporte ecológico, sano. Uno mismo es su propia propulsión y -cuando se tiene decisión- todos podríamos viajar hacia diferentes destinos. En las grandes ciudades, donde se encuentra la estructura necesaria para circular con la bici senda, es fabuloso porque no contamina, se llega más rápido que viajando en bus, en metro o incluso en automóvil. Lo he comprobado por experiencia propia. Sin dudas que es un invento maravilloso.
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-¿Tú incursionas también en la fotografía? ¿Es una ventaja visual recorrer la provincia y la Capital en bicicleta?
– Me gusta mucho la fotografía. No soy un profesional pero amo tomar fotos, siempre camino con ese ojo listo para ver el toque preciso donde disparar la visión del corazón. Es una actividad fascinante caminar por la vida y poder retratar esos instantes eternos. Uno hizo clic y ya pasaron mil años. Ese momento se transforma en eternidad.
Viajar en bicicleta es una ventaja visual en muchos sentidos, el primero es porque uno puede frenar en donde quiera y tomar la foto. Podemos adentrarnos en sitios que serían imposibles si fuésemos en auto. La sensación de libertad que nos brinda la bicicleta es sorprendente. Uno se detiene y de inmediato surge la foto.
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– ¿Arriba de la bici cómo se ve Argentina? Cuesta abajo en la rodada, o en línea recta al destino?
– Haber recorrido más de 1200 kilómetros en bicicleta me dio otra visión, me encontré con la Argentina que desconocía, descubrí otro universo. El contacto íntimo con la gente de los pueblos pude lograrlo gracias al pedaleo por las rutas. Ingresar en sitios recónditos, conocer personajes, parajes que no hubiese podido conocer nunca de no ser por la bicicleta. Veo un país solidario. El apoyo recibido en los pueblos del interior solo es comparable – si hago una comparación mental – con el viaje realizado por Sudamérica. Pude reencontrarme con ese amor de las autoridades públicas, interesadas en recibir a un “ciclopoeta”. Fui recibido por autoridades comunales, casi todos los municipios me brindaron hospedaje, pude dar charlas en escuelas, museos, conectarme con otros escritores, descubrir historias fantásticas de un país muy diferente al que existe en la Capital Federal. Creo que, si dejamos de lado, todas las diferencias ideológicas – que son un gran impedimento para crecer como sociedad – veo un hermoso país de gente muy solidaria. He dormido en hogares de otras ciudades, fui respetado como poeta, mucho más como ser humano. La prensa de todas las regiones visitadas mostraba mucho interés. No he sentido la frialdad de las grandes ciudades. Andar por las rutas te despierta del sopor social y te conecta con tu propio ser. Creo en la humanidad. He visto la pureza en los ojos de muchas personas. No todo es lo que nos venden los noticieros y multimedios. Andar en bicicleta te muestra otras realidades muy diferentes a las que estamos acostumbrados.
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– ¿Crees que el ciclista es un revolucionario?
– La revolución no pasa por ser un ciclista sino por tener la mente en otro estado. Si uno no se transforma a si mismo como ser humano, podrá ser un perfecto idiota montado en una bicicleta. Ser revolucionario pasa por la sangre de cada uno, encontrarse y descubrir el poder interno que todos poseemos. La revolución real es la de transformarnos como sociedad y comenzar a movernos desde una conciencia clara donde pueda florecer la sabiduría. Andar en bicicleta puede entregarte muchas enseñanzas pero el cambio tiene que producirse en uno mismo. Después podrá lanzarse al camino como un revolucionario, siendo ciclista, zapatero o vendedor arriba de un tren. Creo en la revolución de los seres humanos despiertos que rompen el sueño social y se lanzan hacia los caminos para ser ellos mismos. Quedarnos en la comodidad de nuestras supuestas seguridades sociales nunca producirá un cambio. La transformación siempre fue realizada por los locos poetas visionarios que vieron aquello que otros no pudieron ver, por estar muy ocupados en las actividades impuestas por el sistema social de cada época. Andar en bicicleta con una conciencia real puede ser un acto revolucionario, pero primero tenemos que transformarnos internamente.
Las calles interiores de los pueblos que Juan recorrió lo buscan con nostalgia, pero él va a lo lejos. Su figura se funde en el horizonte. Juan parece subir por el sol que tiñe de rojo bosques y senderos.

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