Ocaso en Nueva York

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Por Hugo Dimter P.

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¿Quién era Charlie Parker? ¿Un ángel de la música o un demonio drogadicto? ¿Cómo saberlo? Sólo señalamos que era el mejor saxofonista del mundo.
Un poseído  al cual ningún exorcismo fue capaz de recuperar y que hizo de su vida un sinfín de errores y virtudes que -cual profecía auto cumplida- desembocaron en la tragedia. Parker reúne un perfil atiborrado de inminentes desgracias, que supo plasmar en sus composiciones. A veces con frenesí; otras al borde del desfiladero. Sus temas viajaban del cielo al infierno. Y su vida corrió igual suerte.
Además el jazz de los 40 era anti stablishment. Una música deliciosamente revolucionaria, pero aborrecida por muchos. «Dicen que la música es más fuerte que las palabras; dejemos pues que sea ella quien hable», señalaba el saxofonista.
La génesis
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Allá por 1920 la cigüeña situó a Parker en Kansas, pleno centro de USA, siendo una ciudad agrícola y con un alto grado de corrupción ejercida por su alcalde, un abierto mafioso. Su madre, Addie, le regaló un saxofón cuando él estaba en la banda sinfónica de Lincoln y el niño dejó la tuba –su primer instrumento-y comenzó a sacarle notas a este nuevo “juguete” mientras recorría las polvorientas calles de su vecindario disfrutando con su hermano mayor quien luego trabajó como inspector en el correo, en tanto su padre  -que en su juventud había sido bailarín- se desempeñaba como camarero en un tren. Eran tiempos duros y todos debían aportar para los gastos.
Charlie tenía como ídolo a Buster Smith, de quien admira la técnica y la improvisación. Toca en la cercana ciudad de Jefferson y con 17 años aprende los primeros ocho compases de “Lazy River” , “Honeysuckle Rose”,”Body And Soul” y “Longbeat” .
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Parker lo rememoraba: “Había un montón de compañeros jóvenes que tenían una banda alrededor de la ciudad de Kansas. Uh, it was Jimmy Keith’s Band then, so it was Keith and a piano player, and Robert Wilson and James Ross and Shipley Gavan. Uh, fue la banda de Jimmy Keith, junto al pianista Robert Wilson, James Ross y Gavan Shipley”.  Luego se inmiscuye en jazz sessions, reuniones con amigos, donde no hay un líder y todo es improvisación, lo que deriva en su inclusión en la orquesta de Jay McShann.
Desde su adolescencia sufrió la adicción a la heroína. Pero la droga no le impidió ser el saxofonista alto insigne de este género musical, y de lo que se conocería como el bebop, onomatopeya del golpe de una porra de un policía blanco sobre la cabeza de un negro.
Parker,  apodado Bird por su afición al pollo, buscaba romper con el molde original lanzando un nuevo sonido junto al Dizzy Gillespie, a quien había conocido en un hotel de Kansas: “Teníamos ideas similares. Era difícil establecer lo mío de lo suyo”, señalaba Dizzy.
La revolución del swing y del jazz de las grandes orquestas, mermadas por cuyos integrantes se iban a la guerra, había comenzado, pero no era vista con buenos ojos por los más viejos. Louis Amstrong señala con cierto desprecio: “Hablo de todos esos jóvenes excéntricos de la calle 52. Ellos quieren ganar dinero prioritariamente y les importa un bledo la música. Uno escucha esas armonías extrañas que nada significan y pronto se cansa porque no puede recordar la melodía y no se puede bailar sobre el ritmo. Nosotros (refiriéndose al jazz tradicional de los 20 y 30′s) estaremos aún ahí cuando hayan caído en el olvido. Serán barrenderos de las calles mientras nosotros comeremos bogavante en el Negresco”.
Se equivocaba Amstrong. Para Michelle Ranauro, compositor y pianista del grupo Manupuma and the Bulletz el legado de Parker con el jazz, usando una metáfora astronómica, es como el efecto del sol, o uno de sus planetas más grandes con el sistema solar. ”Su ausencia vendría a modificar la estructura misma del jazz. Lo que hoy tocamos depende lo que él creó en los 40”, señala nuestro amigo italiano.
El despertar del pájaro
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¿Fue Charlie Parker el primer beat? Algunos señalan a Diógenes, Francois Villon, Lord Chandos y H.D.Thoreau como los primeros. Pero en USA sólo Robert Johnson lo había anticipado.
Bird con 19 años se había trasladado a New York acompañando a Buster Smith, y luego de trabajar en un cabaret como lavaplatos, lugar donde podía oír por horas a Art Tatum, comenzó a ser escuchado. Parker se siente a sus anchas en la “Gran Manzana”, ama su vida bohemia en Harlem y la calle 52, donde establece una vida licenciosa pero fértil: “una noche estaba tocando en un establecimiento de ajies picantes situado en la Segunda Avenida. Era en diciembre de 1939. Estaba aburriéndome con las variaciones estereotipadas que llevábamos haciendo todo el tiempo, y me puse a pensar qué había que llegar más allá. Esa noche, mientras tocábamos “Cherokee”, descubrí que estaba utilizando intervalos más agudos como línea melódica y que lograba enlazarlos mediante variaciones de acordes adecuadas. A partir de ese momento conseguí tocar lo que llevaba cierto tiempo escuchando en mi cabeza. Me sentí vivo”.
Poco a poco la figura de Bird se hace conocida y la gente queda absorta frente a su talento. Algunos de sus amigos nos cuentan su impresión al conocerlo:
Dizzy Gillespie: “Un amigo mío, Buddy Anderson, era trompetista del grupo de Jay McShann, y solíamos tocar juntos en Kansas City. Me pidió que escuchara a un saxofonista, pero a mí no me interesaba demasiado porque ya conocía a Don Byas, Lester Young, Chu Berry, Coleman Hawkins y Ben Webster, así que le dije: «¡No quiero más saxofonistas!». Hasta que le oí tocar. ¡Madre de Dios! Me quedé de piedra. Ese día estuvimos ensayando hasta las tantas…”
Red Rodney: “Dizzy no paraba de hablarme de un saxofonista, así que me fui con él a Nueva York y ahí conocí a Charlie Parker. Cuando le oí tocar casi me caigo de la silla. ¡Dios mío! Eran tantas cosas de golpe. Entonces me di cuenta. Supe a quién tenía delante, qué significaba y también supe lo que tenía que hacer yo”.
Buddy De Franco: “Sólo tenía tres años más que yo, pero parecía mucho mayor y más maduro. Cuando lo conocí me di cuenta de que era algo más que un músico innovador. A pesar de ser autodidacta, era una persona muy profunda, extremadamente erudita. No creo que tuviera una gran experiencia profesional, pero su técnica era perfecta, como si hubiera estudiado música durante años. Me parece increíble que él influenciara a todo el mundo del jazz. Sin dejar ningún resquicio”.
John Newman: “Jay McShann tenía su orquesta en el salón de baile Savoy y Rudy Williams, un conocido músico de la época, me dijo: «Ven conmigo, quiero que conozcas a un saxofonista». Me presentó a Bird y la primera vez que le oí tocar no me lo podía creer, porque hacía algo diferente a todos los demás. Era obvio que su estilo iba a arrastrar la música hacia otra dirección”.
Thad Jones: “Estaba en el ejército, en una isla llamada Guam, viajando con un espectáculo. Dormíamos seis en una misma tienda y, como cada noche, escuchábamos la radio cuando, de golpe, apareció Dizzy tocando «Shaw Nuff» junto a Charlie Parker. Sabes, no podría describirte lo que sucedió en el interior de esa tienda. Nos volvimos locos. Era un sonido nuevo e impactante… ¡y qué técnica! Seguramente todos queríamos hacer algo en la misma línea, pero no sabíamos cómo. Dizzy y Bird lo habían conseguido. Nos habían leído el pensamiento”.
Yonkies
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Corría el 47 y la generación post Segunda Guerra se asombraba ante la llegada de dos sucesos: la irrupción del bebop y la heroína.
John Coltrane, Bud Powell, Dexter Gordon, Miles Davis, Billie Holliday, Chet Baker, Sonny Rollins, Lester Young.Tadd Dameron, Art Blakey, J. J. Johnson, Jackie McLean, Freddie Webster, Sonny Stitt, Fats Navarro, Stan Getz, Gerry Mulligan, Red Rodney. Todos con la mochila de la droga que traían los soldados de Alemania y Japón. “Puedes sacarla de tu cuerpo; pero nunca de tu cerebro”, le comentaba Parker a un amigo. Y ahí estaba NewYork y los tipos en Brooklyn moviendo la cabeza luego de inyectarse “el caballo”. Para Parker la jornada era dura: debía tocar muchísimo para solventar una adicción costosa. Los mismos músicos comenzaron a discriminar de los “drogadictos”, y estos formaron un “círculo de hierro” donde la merma en el aspecto familiar y musical se incrementaba.
Allen Ginsberg lo señala:
“He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, famélicas hambrientas desnudas histéricas, / arrastrarse por calles de negros al alba en busca de droga rabiosa “pico” (dosis autoinyectada),/ hipsters con cabeza de ángel ardientes por el antiguo contacto celeste con la dínamo estrellada en la maquinaria de la noche,/ que en miseria y harapos y ojerosos se alzaban abotargados a fumar en la obscuridad sobrenatural de techos y agua fría flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz,/ que se destrozaban cerebros al Cielo bajo el Elevated y veían ángeles mahometanos vacilantes sobre techos iluminados que pasaban por las universidades con fríos ojos radiantes alucinados de Arkansas y con tragedias blakianas entre los estudiosos de la guerra,/…/ y se alzaban reencarnados en los vestidos espectrales del jazz, a la sombra de la trompeta de oro de la banda y tocaban el sufrimiento por amor de la mente desnuda de América en un aullido de sexo eli eli lamma lamma sabacthtani que hacía temblar la ciudad hasta la última radio,/ con el corazón absoluto de la poesía de la vida triturando por sus cuerpos bueno de comer durante mil años”.
 
En 1949 Parker es invitado a Los Angeles para grabar “Jazz at the Philarmonic”, clásico disco en vivo. En California su acceso a la heroína es amplía. El sol baña las colinas y la ciudad, amparándolas con un manto paternal. Parker tras algunas presentaciones vuelve a Nueva York pero luego de un breve tiempo retorna a la costa oeste por más droga. Se inyecta, estafa a sus amigos, les empeña los instrumentos. Cuando no se droga bebe como un cosaco. Finalmente, una noche en el hotel comienza a romper todo y sale corriendo y gritando cuál poseído. Es internado en el Camarillo Hospital con un pre infarto cerebral. Pasa siete meses recuperando fuerzas, feliz al sol, luego de jornadas extenuantes ya que los médicos le piden que creara la orquesta del hospital y se haga cargo del jardín. Las flores y las mariposas son sus amigas.
Bird Parker luego vuelve a New York desarrollando junto a Dizzy Gillespie, y Thelonious Monk su obra maestra: el bebop, que inicialmente más que innovación era la modificación del swing, propia de orquestas como las de Glen Miller.
“El bebop es muy creativo ya que comprende de las variaciones de la melodía, y muchas veces de la armonía, que eran inusuales y no se habían escuchado jamás en aquel tiempo. Era realmente una verdadera innovación”, señala el barese Michele Ranauro.
The big apple
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En la Gran Manzana no hay nadie más neoyorkino que él.  En diciembre de 1949, junto a la calle 52 se crea en su honor Birdland, un club donde era la figura principal. Parker flaquea: se pierde por días. Se recupera, vuelve a caer. Es inestable. No es portada en las revistas del género. Es un músico más. Aumenta de peso y se ve desaliñado.
Charlie Parker, Charlie Parker, Charlie Parker. Cuando toca se convierte en el músico genial que saca notas inéditas al saxofón. Un demonio y un ángel luchan en su interior. “La heroína es como llevar un gorila en la espalda” le confiesa un amigo.
¿Recibió poca ayuda? Todos sus conocidos sabían de sus andanzas y le perdonaban. Pero la ciudad de Nueva York luego de una recaída le quitó la licencia para trabajar en los clubes. Ya había viajado a Escandinavia -donde conoce al pianista ciego Reinhold Svenson- y a París el 49, donde se le consideraba una celebridad y fue tratado como tal. Fue un instante agradable. De los pocos.
Parker era además un gran estudioso de los “clásicos”: admira a Bela Bartok, un húngaro quemurió en el exilio americano en el Hospital General en Nueva York en 1945.
¿Qué canción refleja mejor el talento de Parker?
“Billie’s Bounce, refleja el hecho de que a pesar de ser una composición bastante simple de seguir -también a gran velocidad- es posible hacer, en relación a esta relativa simplicidad, de las cadencias, frases infernales, y pirotécnicas. Parker creó una canción maravillosa” señala el compositor italiano Michele Ranauro.
Bird, obsesivo con las cuentas y dineros, sabía con solo una mirada el número de personas que acudían a sus conciertos y el borderó del evento. Para algunos un hombre con muchas manías; para otros, como sus vecinos, que no sabían a que se dedicaba, una persona con la sonrisa a flor de labios y de buenas maneras. Charlie tenía muchas personalidades: estaba el padre de familia cariñoso en el East Village de Manhattan, el músico, y el drogadicto inserto en la heroína. ¿Cómo lidiar con cada uno? A él se le hacía difícil.
Parker –según sus conocidos- fue también un adicto al sexo. Una máquina de follar buscando un poco de amor y locura, un hombre complejo librando batallas desgarradoras, desaliñado, cómo si poco le importara e incomprendido incluso por sus pares. Sólo cuando finalmente se diluyó se hizo universal. La larga trayectoria autodestructiva se cumplió poco después de la muerte de su hija en 1949. La niña había fallecido debido a la falta de dinero para tratar su neumonía. Aquel día Parker envía cuatro telegramas a su esposa Chain en New York, cada cual más inentendible a medida que pasan las horas: “Querida, la muerte de mi hija me ha sorprendido más que a ti. No prepares el funeral hasta que llegue ahí. Debo ser el primero en entrar en la capilla. Perdóname por no estar ahí contigo mientras estabas en el hospital. Sinceramente tuyo, tu marido, Charlie Parker”. Y luego: “Cariño, por el amor de Dios, aguanta. Charles Parker”. El tercero sólo rezaba así: “Chan, ayuda. Charlie Parker”. Y finalmente, en el último y más conmovedor le decía: “Mi hija ha muerto. Lo sé. Estaré ahí lo antes posible. Mi nombre es Bird. Se está muy bien aquí. La gente ha sido muy buena conmigo. Enseguida voy. Tranquila, déjame ser el primero en acercarme a ti. Soy tu marido. Sinceramente. Charlie Parker”.La heroína se hacía presente.
¿Por qué su vida es una tragedia? Por el simple hecho de que alguien tan musicalmente divino tuviera dramas tan terrenales. No era Dios; era sólo un hombre que tocaba el saxofón como Dios. El genio musical mermado por su espíritu y sus debilidades.
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Los amigos de Bird se peleaban con él por sus irresponsabilidades, luego volvían a conciliarse. “Sólo vienen a ver al yonki más famoso del mundo”, le dijo a otro músico acerca de la concurrencia a sus tocatas. Luego deambula toda la noche  en el Subway de la ciudad: triste, solitario y final.
Vida apresurada la de los taxistas que lo transportaban por las calles del Bronx. Parker iba en trance. Alguna vez supo que los animales comprendían la música. Una tarde, en las afueras de la ciudad le dice al chofer que pare el vehículo y comienza a tocar frente a una vaca, tan absorta como confundida. Al final la vaca le lanza un sonoro “muuuuuu”, a lo que el músico queda feliz.
Pero el gorila de la heroína se le cruza en cada esquina de la 52. La dictadura de los tontos no era sutil y el país está en un áurea marcado por la Guerras Fría y de Corea; James Dean, Rashomon y Ben Hur son los hitos en el cine, y el mundo advierte el nacimiento del rock and roll.
The end
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Los 50 iban a toda prisa y Parker no se quiere quedar abajo. Sin embargo las pocas fuerzas que le quedaban ya se han marchado junto a su hija. Parker está deshecho. La ulcera debido al alcohol está cada día peor.
El día 9 de marzo de 1955 Bird tenía planeado viajar a Boston pero se detuvo en el hotel Stanhope donde -sintiéndose mal- se refugia en la casa de la Baronesa Pannonica de Koenigwarter, quien llamó un médico. El corazón de Parker está latiendo muy lento. Finalmente  fallece mientras mira un show cómico y de malabaristas en la TV. Fue su última sonrisa.
Cuando murió en Nueva York una minoría de periódicos locales publicó la noticia. De entre los que sí se hicieron eco de su muerte, sólo el The New York Post citó la edad correcta: 34 (los demás le adjudicaban cincuenta y tres años en vez de treinta y cuatro) e intentó dejar constancia de su impacto en la música del momento. Hubo dos periódicos que no sabían ni siquiera su nombre y lo llamaron Yardbird Parker.
Cuando lo sepultaron en Kansas su madre prohibió que se tocara jazz en el sepelio. En New York ese mismo día aparecieron múltiples rayados que sólo decían: “Bird lives”.
Charlie Parker era como el fuego; no podías acercarte mucho a él. Tal vez por eso era mejor escucharlo desde lejos, como la melodía de un Dios imposible de reconocer como bueno o malo.
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Discografía Completa
1945: The Charlie Parker Story (live) (Savoy)
1946: Bird & Pres (live) Verve
1947: Charlie Parker (Verve)Polygram
1949: Jazz at the Philharmonic
1949: (live) Verve
1949: Charlie Parker & Stars of Modern Jazz at Carnegie Hall-Navidad
1949): (live) Jass
1950: Bird & Diz – Polygram
1951: Summit Meeting at Birdland (Columbia)
1953: Quintet of the Year (Debut)
1953: The Greatest Jazz Concert Ever [live] (Prestige)

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