Una feria en primavera

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Por Hugo Dimter

Un amigo me pide que escriba algo corto. Voy a tratar.
Sincerémonos. De toda la Feria del libro de Santiago lo mejor fue Rafael Correa, el Presidente de Ecuador, quien dialogó ante una audiencia entusiasmada, repleta de jóvenes con la camiseta de su país y bailarines negros expectantes de las políticas sociales de su presidente. Una curiosidad que vale la pena mencionar.
La primera vez que fui a la Feria del libro fue en 1992 y  quedé enamorado del lugar y de quienes se movían en aquella estación de la cultura. ¡Oye! Yo me quería subir a ese tren y descubrir nuevos destinos. Ha pasado el tiempo. Sí. Por esas cosas de la vida la Feria sigue en carrera primaveral con paso firme. Todos colocan su grano de arena para construir esos “puentes de letras” en el río Mapocho. Desde las pequeñas editoriales que basan su propuesta en lo creativo y talentoso, hasta una de mayor envergadura como Lom que en una instancia así baja sus precios acercando a un lector que agradece y es leal.
Lo otro son ya editoriales grandes como Planeta, Alfaguara,  o Ramdon House Mondadori quienes venden.

Pero vamos a la Feria.
La organización -hicieron su trabajo callados- estuvo a la altura y se notó esmero, dedicación y manejo. Críticas: Los precios de las entradas debieran ser más bajos y las productoras externas no deben tener más atribuciones que los organizadores. Los divos de ultratumba harían bien en retirarse a los cuarteles de invierno.
Otra cosa: Las  entradas que regalan cada una de las editoriales (dos personas gratis) es un aliciente para aquellos que no pueden pagar cinco dólares todos los días. Vamos a las letras. Algunos dicen que faltaron  escritores destacados. Bueno, uno quisiera a Herta Müller, Richard Ford, o Murakami. Pero eso es imposible en el país- pasillo. Vinieron Savater, Dosse, Andrés Neuman, Julia Navarro, Juan Villoro.
Otros se contentan con Lemebel, José Ángel Cuevas y algún escritor  de  autoayuda. No podemos quejarnos. No hemos hecho tanto tampoco. Tenemos el IVA por las nubes y algunas fundaciones como la Neruda son un nido de ratas hambrientas de dólares… Vendiendo a Neruda como una puta. Allá ellos. En Osorno aún hay un libro del vate que está perdido y tarde o temprano se va a rescatar. Ya llegará el día.
Perdón por el exabrupto señoras y señores. Amigos lectores, amantes de la literatura: la Feria del libro somos nosotros. Los muchachos de La Calabaza del diablo, es Ramón Díaz Eterovic, es Gabriel Salazar, es Luis Urrutia O’Nell con “Colo Colo 1973, el equipo que retrasó el Golpe”. Es Edgard Lara y Kjiesed Faundes, quienes se integraron al team cultural urbe.
Nos vamos. El señor de la puerta -del que me despido con un “Hasta el próximo año”  me responde “Si Dios quiere”-. Así es: el Olimpo queda más allá de la Estación Mapocho.  Acá hay una sucursal más pequeña y gris, pero viva… En primavera, pese a todo, aún estamos vivos.

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